lunes, 28 de enero de 2008

Chof - Parte V

No alcanzó a ver cómo la señorita que buscaba con la mirada le clavaba un descomunal cuchillo en la yugular. Paralizado intentó gritar, con la mala suerte de sentir su nuez partida en dos. Un torrente de sangre se introducía tanto por su esófago al estómago, como por la laringe a sus pulmones, se iba a ahogar en su sangre y…además de dolerle, lo estaba viendo. Cyanide, que era el verdadero nombre de aquella maldita maníaca lo empujo al suelo, le sacó el cuchillo del agujero del que empezó a salir sangre a borbotones mezclada con saliva y mocos, en pocos segundos lo descamisó y con la precisión de un enfermo de Parkinson agujereó el vientre del chico repetidas veces, hasta que pareció el relleno de una suculenta lasaña de carne picada con tomate.

Todo esto lo realizó antes de que la víctima desfalleciera. Para cuando se apagó del todo los ácidos de su estómago reaccionaban con la sangre, la carne, la grasa y otros gajos indescriptibles que habían salido del interior del mozo. Su rostro era desesperado, histérico, desencajado, abría descomunalmente los ojos, que parecía que se fuesen a salir del sitio e intentaba gritar con una boca, cuyos labios debían de tener una distancia de 8 cm. al menos, debió de ser frustrante para él no poder pedir ayuda, no poder si quiera proferir mas que carraspeos gorgoteantes empapados en sangre. Excitada, nuestra asesina tomó en sus manos la sierra mecánica, con la que pretendía destrozar las costillas de esta nueva alfombra sangrienta. Una vez acabó con las chuletas, cogió la batidora y licuó el corazón y los pulmones, salpicando de grumos y sangre su cara, sus brazos y todo cuanto tenia alrededor, al levantarse fue cuando se dio cuenta de que el policía se había meado encima por el miedo, “¡Qué guarro!”, pensó, “esto sólo lo suelen hacer los niños cuando ven cómo vacío a sus padres…” Entonces se quedó mirándolo, fue guapo y podría haber sido una gran persona… ¿porqué se tuvo que poner en medio?, ¿la habría querido él? Se arrodillo y le abrazó, no pudo contener las lágrimas, ¿cuanto duraría esa tortura? ¡No quería estar más tiempo sola! Necesitaba que alguien la cuidase y la hiciese sentirse bien y al fin acompañada… Qué pena de chico.

Cuando acabó de limpiarlo todo, fue al baño y tomó una ducha procurando no verter más agua de la necesaria, su cabello rojo estaba ahora más oscuro, pues no se esperaría a secar el agua chorreante. Cogió algo de ropa y se vistió. Antes de irse apagó la televisión y las luces. Quizá al día siguiente seguiría buscando el amor de una familia, pero ahora le convenía alejarse de ese lugar.

Cyanide emprendió el camino aquejada aún de su pie. La lluvia le mojaba las mejillas y refrescaba sus brazos, que tantas veces antes habían soportado con elegancia la sangre de tanta gente. Ociosa, recordaba cómo los niños de las más de treinta familias lloraban desconsolados, y cómo los padres suplicaban por las vidas de sus familiares, las noticias no conocían todos sus crímenes… se sacrificaría alguien así alguna vez por ella? Lo dudaba, pero, con la esperanza de los desamparados ansiaba encontrar la paz en una familia, aquella que la reconociese y la amase, protegiéndola de un pasado oscuro y traumático. ¡Anda, perfecto!, el perro no ladraría ahora para delatarla.

Fin

{Relato escrito por PoisonousFox.}

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