sábado, 12 de enero de 2008

Chof - Parte I

{By PoisonousFox}


“Chof, Chof,” sonaba la fregona chopada de agua pasando por el suelo. Limpiar le hacía sentir bien, porque era como si la casa fuese suya, como si hubiese conseguido ya su propósito, como si ya hubiese acabado todo y no tuviese que preocuparse por nada…como si fuese ya feliz en su casa. Su casa. ¿Cuántas veces la buscó? ¿Y a su familia? ¿Y a sus amigos? Demasiadas, igual que a alguien que quisiese compartir con ella su vida, cualquiera… pero no se había dado el caso y ella seguía buscando, sola, como siempre había hecho. ¿Cuánto tiempo iba a durar aquello?, ¿encontraría algún día lo que buscaba? Se enfureció y una ráfaga de pensamientos y sentimientos frustrados colapsaron su mente, cayó de rodillas al suelo, apoyada con sus manos. Una lágrima recorrió su blanca piel. Entonces despertó, el bloqueo que nublaba su entendimiento se disipó y volvió en sí. Se llevó la mano a la mejilla, para secar ese riachuelo que se enfriaba y se dio cuenta de que tenía las manos sucias, se levantó de un salto, tomó otra vez la fregona y la pasó por el charco, después escurrió el líquido rojizo anaranjado resultante en el cubo, lo vació en la taza del váter de la habitación contigua y tiró de la cadena.
Estaba en una silla mirando la televisión cuando de repente sintió nauseas, fue al baño a desahogarse, pero escuchaba claramente cómo el hombre de las noticias cambiaba a un tono más serio y empezaba el relato de unos sucesos macabros que habían acaecido días antes en un pueblo cercano al que se encontraba. Parecía que una nueva ola de asesinatos se estaba produciendo por aquellos lugares y no había rastro del asesino, se desconocía por completo su identidad, decía el reportero, y la seguridad se estaba incrementando por esas zonas con el fin de, en caso de no poder frenar el avance del maníaco, al menos conocer datos sobre él para darle caza. Al individuo se le atribuían setenta y dos asesinatos y varias desapariciones. Todas las víctimas eran familias de más de un hijo, aparecían sentados en el sofá de la casa, dispuestos de manera que, de no ser por las miradas de angustioso terror al ver a sus seres más queridos agonizar en un dolor empapado en sangre y revuelto en vísceras, parecería que se quedaron dormidos abrazados en un sentimiento de amor recíproco. En este último caso, comentaba el periodista, la estampa era más grotesca que en los anteriores.

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