miércoles, 6 de febrero de 2008

La manzana

Despierta en la manzana un agrio sabor de entrópicas causas, se deceleran los curativos efectos y el buen ver de la misma, tergiversando las marañas de fibras que dan lugar a la amarronada semilla del desgaste. Sencillos organismos, tan pequeños, tan poca cosa, contenidos en ella sin molestarla, sin ser molestados, dando lugar al ir y venir silencioso y juguetón de las pequeñas criaturitas, a las cumulosas interacciones del saber celular, del conocimiento último de los diminutos bichitos que habitan en la manzana.

En ella todos tienen una tarea pendiente, un objetivo común que cumplir por instinto, por simple y llana programación genética, ni siquiera por decisión propia sino más bien por el impulso que, una vez nacido, han tenido de siempre por consumir todo lo que hubiera a su alcance si carece de semejanza con uno mismo. Y así poco a poco iban deshaciendo los jugos ácidos para modificarlos y formar otras sustancias, alimentándose del alimento natural para subsistir transformando vida en más vida. Esta última casi invisible para nosotros.

Será por eso que solo vemos el deterioro de una manzana cuando dentro de ella hay tanta vida como en el resto del Universo.

No hay comentarios: