Entonces apareció tras el licántropo un joven sonriente. Portaba un cayado, y con él golpeó al hombre lobo hasta que éste quedó inconsciente.
La muchacha se levantó, e acercó al joven para agradecerle su ayuda, pero éste la golpeó con su cayado en el rostro una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, mientras los niños gritaban, aplaudían y reían.
Santiago Eximeno
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