martes, 4 de marzo de 2008

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La última ráfaga impactó en el cemento, demasiado cerca, el engendro biotecnológico comenzaba a anticiparse a sus movimientos ajustando la precisión de su cañón de 12 mm. El chamán saltó para caer rodando justo al lado de los agujeros dejados por la metralla, se levantó de un salto empuñando un hacha tomahawk escarlata iridiscente que lanzó directamente al ojo ya herido de la bestia de doce metros que intentaba acabar con él.

El niño corría, como siempre, para llegar a su casa. Al pasar junto a una estación de tranvía vio un pantalón tirado en el suelo y lo pisó sin remordimiento alguno, inocencia infantil. Al llegar a casa contó la anécdota a su madre entre suspiros y jadeos provocados por la carrera, tras la riña de la madre que no alcanzaba a comprender por qué había sido tan irresponsable se fue el niño a jugar al cuarto. Ya se tranquilizaría la madre.

El chamán de tez morena y plumas en la cabeza tenía el pecho descubierto, toda su piel sangraba a merced de las heridas provocadas por la feroz e irracional bestia gigante, si no terminaba el combate pronto perecería sin haber cumplido su objetivo. Pensó rápido, se trasladó a un parapeto donde la bestia tardaría en alcanzarle y allí invocó a su espíritu protector que tantas veces le había ayudado, vida o muerte. Sus ojos centellearon en blanco incendiado y proyectaron hilos de maná que rápidamente se dispuso a enhebrar y desenhebrar instintivamente para contactar con el más allá, era cuestión de tiempo que la bestia lo encontrara. Y así fue, el indio tuvo el tiempo justo para terminar la invocación y saltar ante una nueva ráfaga de balística incandescente que se incrustó parcialmente en su piel haciéndole aullar de dolor. El águila apareció, protector inigualable, vino en respuesta a la llamada y se reanudó el combate, sin embargo no fue suficiente. La bestia, con cada golpe que asestaba sobre el demacrado cuerpo del Kausí aprendía algo más de él, lo suficiente como para anticiparse nuevamente a sus movimientos y defenderse de este nuevo enemigo. No tardó en caer el ancestral espíritu ante la ponzoña vírica del coloso, perdiéndose en la nada, y ahora tocaba lo mismo con el humano.
La tierra ardió y se levantó para golpearle, éste, haciendo caso a su acuciante necesidad de defensión creó un escudo de luz violácea alrededor suya. Resistió con grave fragilidad el magma, pero no la embestida del descomunal ser y su mole devastadora. El choque iluminó la noche por un instante al atravesar un brazo el escudo, fue suficiente, la carta del chamán ya estaba preparada, dobló una muñeca, giró la mano y extrajo de su propia carne una daga del color de la obsidiana ensangrentada. Sólo tuvo que clavarla débilmente en la carne del ser biotecnológico, lo suficiente para envenenar su aura y tornarla gris, algo que no resistió al desplomarse, tal y como el indio hizo segundos más tarde. Era el final y ésa la única forma de llegar a él. El destino eligió muerte.
Terminado el combate los hilos de maná se liberaron volviendo todo a su lugar, las huellas y orificios desaparecieron, la tierra adquirió su textura y posición y el fuego se extinguió. En recuerdo de todo ello no quedo nada más que unos vaqueros que el indio llevaba puestos en el momento de la contienda. No viajaron al más allá, pero nadie le daría importancia alguna a algo tan usual.

1 comentario:

Lorena dijo...

me encanta el texto de las elecciones!
en serio, me ha gusta muxo muxo muxo! :)


ya me ire pasando x aki ;)


muà!