miércoles, 2 de abril de 2008

Noticia

No lo hizo por haber sido despedido hacía ya una semana sin indemnización, explicación, causa ni disculpa, tampoco porque su mujer lo hubiera dejado ya hacía más de un mes llevándose todo el dinero consigo, que su familia le hubiera rechazado no era una cuestión tan trascendental como para realizar aquello tampoco.

En realidad ni él mismo supo, hasta varios años después, por qué lo había hecho. Cuando tomó la conciencia clara de que lo que había hecho ni estaba bien ni moralmente aceptado por sí mismo.

Pero para cuando aquello pasó ya era demasiado tarde, se había enfrascado en una serie de actos que no le dejaban otro camino que el que tenía delante, estaba, como él mismo decía, en una rueda que no podía pararse salvo con la muerte.

Y eso mismo hizo. Un martes por la tarde, después de comer una sopa y una ensalada preparó una soga, se despidió pero no obtuvo contestación, se la echó al cuello, cerró los ojos y dió un paso hacia el vacío. Como era de esperar, los periodistas asistieron al espectáculo en parte agradecidos, en parte apenados. Sería una noticia sensacional, con mucho bombo, pero se acabaría esa fuente de ingresos.

Alguien preguntó, puede girar su rostro, pero él no contestó, esta vez había muerto, no como la anterior hace ya varios años. El mismo fotógrafo que había pedido que se girara se levantó y lo balanceo, todavía estaba blando y caliente, parecía incluso vivo; volvió a su puesto y siguió echando fotos. Sería una noticia sensacional.

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