viernes, 28 de diciembre de 2007

Problemas de comunicación

Habíamos llegado al final de nuestra civilización, el conocimiento último se había alcanzado y la paz mundial, así como tantos otros problemas de nuestros antepasados, era parte de la historia conjugada en pasado. Toda habilidad requerida para realizar cualquier tarea podía fácilmente adquirirse por medio de las máquinas de aprendizaje, es más, ya no era necesario realizar ninguna tarea en especial. Todo el mundo podría dedicarse ahora al ocio y la contemplación.
Ya se había demostrado que Dios era el conjunto de leyes que alteraban la materia, al que se le podía conferir voluntad propia si se le deseaba llamar religioso o mantenerlo tal como estaba si preferíamos llamarlo ciencia. Al fin y al cabo la opinión de nadie crearía conflictos, ya que todo el mundo se trataba pacíficamente, ¿para que iba a ser lo contrario?
Ocurriósele preguntar a un ser de estatura no muy superior a la media por qué no habían encontrado todavía vida en otros planetas habiendo llegado al final del conocimiento científico. No dudó en responder otro de sinuosas caderas que el desconocimiento que alimentaba su cuestión provenía de otra no menos interesante, ya que no habían explorado el universo en toda su magnitud y magnificencia, sino que se habían quedado en este gran hábitat durante toda su historia, “es posible que aún encontremos vida extraplanetaria en el resto del universo.” y continuaba, “Pero para encontrarla ¿que instrumento de nuestra eterna genialidad y creatividad podríamos emplear?” Y aquí, uno de los más sabios coetáneos en materia de vida e historia observó que debía ser un instrumento que abarcara la tecnología de todas las civilizaciones habidas y por haber a lo largo de la historia del universo. No podía ser de otro modo, ya que, a pesar de su llamémosle divina tecnología no todas las civilizaciones tendrían por qué encontrarse en tal punto de progreso.
Y entre debates y controversias, eso sí, pacíficas, llegaron a una conclusión lógica e imaginativa para más tarde ponerse manos a la obra.
Pasó poco tiempo antes de tener listo el macro objeto de comunicación que les serviría para la tamaña tarea a la que se habían encomendado. Pusieron la gran masa en órbita cerca de un cinturón de asteroides y la conectaron para que trabajara autónomamente.
Zumbidos, truenos y golpes llovieron por todo el universo cuando aquella gran masa se dedicó al descomunal ejercicio de recoger todas las piedras que pudiera y lanzarlas a velocidad casi lumínica hacia todos los planetas existentes y por existir. Un método de comunicación tan rudimentario como efectivo.
Incluso las civilizaciones más prehistóricas allá donde recibieran el impacto de tan ofensivo proyectil como lo es un meteorito obedecería a la llamada.
Si no respondiendo de idéntica forma, arrodillándose y rezando al que tomarían por su Dios, en este caso, la máquina comunicadora.


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